miércoles, 30 de noviembre de 2011

Algún día te voy a encontrar, se lo pedí a Dios, pero solo para  mirarte  a los ojos y abrazarte  con todas mis fuerzas..

martes, 15 de noviembre de 2011



Seguir en el camino del "darse cuenta" es todo lo que quiero,porque si no me conmueve el dolor , si no entrego lo que hay en mi corazón, entonces, mi paso por este mundo no sirve para nada.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Él está aquí! Es tan cierto como el aire que respiro ,tan cierto como la mañana se levanta el Sol, tan cierto porque le canto y me puede oír. Él está aquí! ♥

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dicen...

"Si te levantas por la mañana tan agotado como cuando te acostaste la noche anterior, intenta recordar en qué estabas pensando los últimos cinco minutos antes de dormirte. Lo que pienses durante esos cinco minutos, va a impactar tu dormir y esto determinará cómo será el próximo día. Muchos de los días que comienzan mal, se deben a la noche anterior, a esos últimos cinco minutos críticos de ... pensamientos consciente." // Creo que mis últimos 5 minutos antes de dormir no pensaba en nada, estaba en blanco. Debe ser por eso que me enteré esta mañana, que el subte de la línea "A" sólo llegaba hasta Miserere, lo tomé igual y nada. Bajé, me fuí a tomar la línea 105 y le pregunto al chofer "chofer, chofer llega hata Once!!?" - Estamos en Once, señora - y nada él me entendió con una sonrisa ajajjaja O sea, en este día, estoy yendo por la vida totalmente en blanco , no capto nada y no me preocupo por nada, voy caminando hacia la nada jajjajajajajaaaa . Esta noche me voy a programar mejor a ver que sucede. Continuará.

Para mi dulce Eva. No es un adiós ...


Infartante duelo quién ganará?


sábado, 5 de noviembre de 2011

"Es hora de seguir nuestros corazones, nuestras intuiciones internas, de creer desde los huesos... "

jueves, 3 de noviembre de 2011

Hoy no escribiré


           Hoy no pienso escribir.
           Hoy está lloviendo. Hoy son lágrimas de antiguos dioses buenos resbalando, como con piedad cáustica, sobre el vidrio de mi ventana. Del otro lado del cristal helado, de adentro, mi nariz y mi frente se apoyan contra su propia  imagen, y mi respiración se condensa haciendo  latir un halo empañado, opaco.
           Miro hacia el piso y retiro del zócalo un fósforo apagado, testigo de quién sabe qué cigarrillo fumado estos últimos días, y dibujo con la punta sana sobre la superficie húmeda del ovalo de mi aliento cuajado. Fumado con ella. El símbolo de la paz me sale bien, pero el otro dibujito, el corazón, no. El corazón me sale torcido, arrugado. Como lastimado me sale. Marchito.
           Al borrarlo con el dorso de la mano, una pareja pasa caminando por la vereda de enfrente. Abrazados, parece como si estuvieran deslizándose sin tocar el piso, bajo la intimidad de un paraguas colorido, pero que yo veo negro. Los envidio. Tontamente. Instantáneamente. Y me sumerjo en los recuerdos buscando un desquite. Sí, aparecen. Aparecen muchos, pero fugaces, evitativos. La añoranza se los devora rápido, y solo me quedo con ella instalada en el alma. Los versos de “Canción de Otoño”, de Paul Verlaine me resuenan, abatidos:
          “Les sanglots longs des violons de l’ automne,
           blessent mon coeur d´une langueur monotone” (1)
           Y se quedan en mi espíritu. Repetitivos. Reiterativos. Señores de mi ánimo.
           Suena el celular. Mensaje. Leo: Cómo andas hermano? Contáme. Es Bernardo, mi amigo del alma, mi copiloto de tantas aventuras, de tanta vida. Incluso de tanta pérdida de tiempo. Qué tal la vida por allí? Qué buena la foto! Qué bonita que es, animal! Con razón! Llamáme! Respondo. Bien. Al pelo, mañana.
           Afuera llueve ahora más fuerte. Insulta sin hacer ruido. El color gris de la tarde se traga los sonidos. Los susurros. Los otros colores. Hasta las ganas se traga, pienso. Veo todo así, gris, mustio. Las luces de la plaza que adivino más allá, detrás de las rejas de la calle Urquiza, cerca de los kioscos de libros, parecen –me parecen– lumbreras tétricas. Salta ¿La linda? bosteza silenciosa, dejándose arrastrar hacia la noche, frágil, pastosa, sin esforzarse para oponerle  resistencia al tiempo.
           Rosario… ¿La llamo? No. Ayer fue el último día. Los dos lo supimos. Nos dijimos adiós ¿Sí?... ¿Fue así?... ¿Fue real qué...? Sí.
           Camino descalzo hasta la cocina, enciendo un cigarrillo y me preparo un Dolca.            
           No. Hoy no voy a escribir.      

 (1) Los largos sollozos de los violines del otoño lastiman mi corazón con una languidez monótona.    

Por: Andrés P.