El día estaba inestable. Salí a caminar. No era un domingo como tantos, me estaba ahogando frente a una computadora que me incitaba a querer dejar todo, tomar una muda y comprar un pasaje a una playa cualquiera solo para observar el mar por unas horas y luego volver (?). Mi andar era cada vez más lento, recordé que tenía que llevar una llave, la de mi amiga y hermana del corazón, Myri. Ella, me cedió un lugar en su garage para mis cosas, esas que sobraron de una casa a la que jamás quiero volver ni recordar.Tomé como siempre el mismo camino pero esta vez lo hice desde otra vereda, pasé por la plaza que siempre observo desde otro ángulo, para mirar el árbol que llama permanentemente mi atención por su belleza, da vida al lugar con sus flores de un color tan puro como es el violeta. Casi cruzo, dejando atrás tanto verde, pero me detuvo la imagen de una virgen, la miré, me acerqué y automáticamente me arrodillé a rezar . Cuando me incorporo veo que debajo de ella estaba San Valdivielso. No pude evitar una sonrisa, es tan parecido a ese loco lindo que adoro, que a pesar de sus defectos, que son muchos, pero no tanto como sus virtudes, dejó en mi una profunda huella que el tiempo no podrá borrar jamás. Y también en el rezo..... siempre estás.
Gracias y amén.
Pla... Pla... Pla... Son los aplausos por lo que escribiste. Y creo saber a quién te referís... Y si es quien pienso, es parecido. Si no lo es, también.
ResponderEliminarGracias! A veces, en la vida, se nos cruzan personas maravillosas, que nos guían, nos respetan, nos roban una sonrisa, nos enseñan, porque siempre hay algo nuevo que aprender y sobre todas las cosas, están cuando uno los necesita. Todo esto tiene un valor incalculable y yo, estaré eternamente agradecida.
ResponderEliminarromantiquisimo pero no hay tipo que valga la pena
ResponderEliminarNo comparto, pero respeto tu opinión. Seguramente tuviste una mala experiencia. No es mi caso. Gracias, por comentar
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