Más difícil sería enfrentarse a las lágrimas y a la desesperación de María, a la estupefacción de Loren y Andrés, a la ira de Don Andrés y a los insultos de Doña Rosa.
Más complicado sería sostener la mirada de desprecio de las amigas comunes y la de conmiseración, en los amigos. Y las explicaciones a los jefes, en el trabajo. Las recriminaciones, las murmuraciones, los reproches, los comadreos.
Por eso no se quedaba con ella y, a la caída de la tarde, siempre acababa cogiendo el tren de cercanías, de vuelta a casa.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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