jueves, 20 de octubre de 2011

Cuando sufrimos por la persona o por el ideal que amamos, indudablemente obtenemos la prueba más convincente de que de veras lo amamos. El sufrimiento acrisola el amor y lo hace más puro y generoso; no debemos quejarnos nunca de que debamos sacrificarnos por aquellas cosas o personas que amamos.
Si no quieres sufrir, renuncia a amar. Pero si no amas, ¿ me puedes decir para que quieres vivir?
Ahí tienes tres realidades que , en último término, no son más que  una sola: sufrir, amar, vivir. Si deseas, cámbialas de orden : vivir, amar, sufrir... o como tú quieras; pero siempre habrá entre ellas una conexión que las vuelve inseparables.
No te fijes tanto en que estás sufriendo, fíjate más bien en que estás amando, o en que estás viviendo; entonces el sufrimiento tendrá otro sentido y tú cobrarás mayores fuerzas.



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